lunes, 9 de enero de 2012

Desde Sonora hasta Yucatán

Las ideas suenan y toman forma, se proyectan y lo sumen a uno en el goce del anhelo del goce que se acaba de diagramar. Entrada la tarde no parece que alguna vez vaya a dejar de aclarar. No hay goce por que no hay ideas y por eso miramos un punto cerca del portón eléctrico que juega el papel de horizonte infinito, donde si nos concentramos con fuerza parece que fuéramos a encontrar lo que estábamos buscando.
Ya habiendo encontrado un patrón rítmico en la espera entre un chapuson y otro, una forma de renovar en el momento preciso el agua que se seca en el acto sedentario de esperar, aún sigo sin concebir esa idea que busco en ese horizonte artificial; parece tener que ver con el mar, con un puerto, con un barco, otro tiempo quizá. El sol y la ardua actividad intelectual me dejaron seco otra vez, el patrón sigue su curso.

En el juego se vive la tranquilidad de transitar. Se sigue una ruta que se aleja de esas preocupaciones de apariencia irresoluble que día y noche aquejan. Su lugar lo ocupan otras que, una vez decretado el final, una vez dividido el mundo entre ganadores y perdedores, dejarán ya de tener relevancia. Instantes después se vuelve a la realidad, al intento de armar un cubo mágico que todas las mañanas vuelve a estar revuelto y todo esfuerzo por armarlo parece en vano o se toma por necedad. En el juego se vive para lograr un fin bastante claro; cada cosa que nos mantenga ocupados es un juego, el trabajo es un juego, la ciencia es un juego, la matemática es un juego, la política es un juego, la guerra es un juego... la guerra, un juego, el T.E.G.

Lo más difícil fue la primera, la idea "cerradura" que mantenía a las demás atadas a su yugo, esa que una vez abierta no presenta resistencia alguna para mostrar las demás. Apareció T.E.G y se desataron juego, guerra, fronteras, puertos, rabas, alcohol, que alcohol? Campari, si, rabas, T.E.G, Campari, Campari con naranja y mucho hielo, ahh...
Abrimos y damos gracias al horizonte corredizo, nos vamos a otras tierras que prometen muchos placeres, placeres culinarios a raudales, placeres intelectuales, claro, placeres en los que el afán de poder y la insaciable sed de conquistas se revuelcan. Menos los placeres de índole sexual se podría decir que este plan los tenía a todos.

Después de haber sentido de una forma tan particular lo comentado en la entrega anterior, de haber experimentado los beneficios de una eficiente división de tareas, era evidente la necesidad de un buen planeamiento en este caso ya que la lista de actividades superaba el simple llamado telefónico, recolección de dinero y la harto incómoda tarea de bajar a recibir la pizza. División Rabas: Rebose, cocción y presentación. División Rúcula y Tomate: Lavado de ambos vegetales, seccionado de los mismo y preparación. División Campari: "Top Secret".

Calor de puerto y olor a pescado, historias de aventuras a manos de un narrador con la vehemencia y el dramatismo de un antiguo pescador y una sobrenatural necesidad de hielo para mantener a temperatura la bebida. Debo admitir que cuando idealicé la situación me imaginaba otras condiciones de lujo inadmisible, pero ahora que todo sucede es realmente como lo había sentido en su momento: tenía algo que ver con el mar, con un puerto, con un barco, otro tiempo quizá. A los cuatro nos inunda una particular satisfacción, de esas que son tan grandes por que logran ser perfectas en condiciones que no lo son. Rabas al dente, ensalada, poca, pero digna de ser alagada; Campari, tropel de naranjas y un Citric grande muertos en batalla antes de siquiera empezar la guerra.

Ya habiendo desplegado el mundo sobe la mesa llegaron otros dos dispuestos a librar la batalla. 6 jugadores, 50 países y el irremediable objetivo de ganar.

En la guerra es imprescindible mantener un orden coherente para gastar esfuerzos, un oportunismo sagaz y sobre todo mesura que guíe las voluntades cuando éstas se doblegan ante necesidades insaciables de batallas innecesarias; pero lo que por sobre todo es menester es jamás olvidar. Las batallas se libran continuamente y el tablero se va poblando de un intenso color amarillo, el norte parece ser suyo aunque "La familia" mano tras mano se lo impida. Blanco, Negro y Celeste; no conozco bandera que lleve esos colores, a partir de ahora serán de "La familia" estandarte. "La familia" nunca olvida, nunca olvida que diste un consejo por el cuál dijiste deberías un favor y después parecías de nada acordarte; desagradecido, el norte jamás será tuyo!
La fuerza de "La familia" no reside en esfuerzos personales aunque de eso nos acusen; "La familia" no se toca por que si entre hermanos se pelean nos devoran los de afuera y eso justamente es lo que intentamos evitar.

Libramos muchas batallas en las que de nada servía implorar, luchamos contra el imperio del norte desde America Central, sí, Latino. Plantaste un misil en Florida y quisiste destrozar Cuba, aunque lo intentaste a "La familia" no se puede doblegar y la resistencia se convirtió en ataque, tomamos Florida y desde México pistoleamos a la soleada California. Nos comimos tus hamburguesas y cerramos todos los McDonalds desde Sonora hasta Yucatán. Desde Tonga invadimos también en aquella mano en que atraves de puentes sólo se podría atacar; y Corea! la maldita Corea que un casi extinto color negro decidió recobrar! El celeste que decoró la parte alta de una Europa de la que amenazaban ser desplazados nuestros esfuerzos. El valor y el honor revistieron a nuestros ejércitos al verlos sucumbir bajo el dominio del azar.

Algo parecía claro, la lucha tal como la librábamos no tendría fin, eran fuerzas antagónicas sedientas de...
Sonó el timbre cuando apenas se asomaba el sol, en el departamento cada capitán aulló por que sabían que llegaba la bebida, la mesa donde estaba el mundo se convirtió en cantina cuando una de las maravillas del mundo moderno hizo las veces de cantinero; un marinero intrépido vistiendo un casco blanco muy gastado, navegando arriba de su scooter nos hizo delirar y calmar a las hordas que pedían incesantemente una ronda más. Cerveza que calmaban a los tentáculos que en mis tripas buscaban aguas donde poder navegar.